¿Te escuchas?- es lo que suelo preguntar a las personas cuando me relatan lo que les preocupa. -No entiendo- suelen responder.
-¿Te detienes a escuchar tu cuerpo, tus sensaciones? ¿interpretas lo que necesitas en cada momento? ¿te haces caso?¿ te escuchas física y emocionalmente?¿te autocuidas?
La autoescucha es la base para el autocuidado.
Significa traducir lo que estamos sintiendo en cada momento para poder actuar al respecto. Ser consciente.
El autocuidado es la base para el resto de parcelas de tu vida. El autocuidado te permite estar suficientemente fuerte ante distintas situaciones. Las circunstancias no podemos controlarlas, pero sí podemos tener una mínima base para hacerlas frente. A esta base vamos a llamarla el Eje.
Autocuidarme no supone ser egoista, como se tiende a pensar, al contrario, significa cultivar mi yo, mi eje, para poder tener algo que ofrecer. A mi y los demás.
Porque cuando no hay autocuidado, me disuelvo y me automatizo, funciono por inercia, subo y bajo con lo que vaya ocurriendo, me dejo llevar por la corriente. Y pasan los años sintiéndome que no tengo las riendas de nada de lo que ocurre en mi vida, que no sé como he llegado hasta aquí.
El autocuidado es básico, necesario e innegociable.
¿Cómo lo hago?
La primera fase del autocuidado es aprender a escucharte.
En esta web puedes encontrar algunos referentes para hacerlo. Escucharte es detenerte a sentir, ser consciente de lo que está ocurriendo, conectar con tu interior emocional y dejarlo salir aunque no lo comprendas.
Tu esencia es un diamante en bruto potencial, que contiene la piedra preciosa con la composición química más simple. Una escultura que cincelas, retirando lo que no es necesario, dejando que salga a la luz.
El mayor obstáculo en esta fase es la racionalidad.
Es un mecanismo habitual, basado en la lógica y en argumentos mentalmente racionales. En explicaciones que nos damos. En la férrea creencia de cómo deberían ser las cosas. Este exigente mandato interior es nuestro mayor enemigo.
Atravesar este obstáculo es probablemente lo más difícil de este proceso.
Existe una negación y represión de nuestro mundo emocional. Lo taponamos con estrés, con síntomas obsesivos, con ideas y pensamientos.
Limpiar lo que no corresponde para abrir canales hacia nuestros sentimientos y sensaciones es un trabajo duro pero gratificante cuando logramos bucear y escuchar un hilo de voz interior.
Cuando por fin nos tenemos en cuenta, distinguimos el cansancio, la hartura, el aburrimiento, el hambre, la tristeza, las ganas, los deseos, la sed, la asfixia, el enfado, el dolor.
Será una mezcla, serán muchas cosas juntas o alguna muy potente, con una intensidad incompresible. Sentiremos cosas que no entendemos. Abre la compuerta.
No te asustes.
Aprende a tolerar sentir, aunque no conduzca a nada. Déjalo fluir.
A veces las situaciones sin importancia representan otras más profundas. Queremos interpretar lo que ocurre, pero si no logramos hacerlo no es menos válido. Valida lo que sientes, sea lo que sea. Es válido para ti porque es tuyo. Ningún argumento externo puede decirte lo que has de sentir.
Acéptalo.
Después llega otra fase: cuando por fin te escuchas y más o menos puedes aceptarlo. Normalmente esta fase conlleva frustración, porque aunque te escuches, aún no eres capaz de realizar cambios porque no has generado las herramientas. Para esta etapa hace falta paciencia y compromiso.
La clave es hacer pequeños cambios poco a poco, aunque parezcan ridículos. Giros ligeros, pequeñísimas tomas de decisiones a tu favor.
Y aquí comienza tu camino.
